Por Muy Interesante
Imagen / Maksim Goncharenok
El email nunca ha muerto. Esta tecnología con medio siglo de historia sigue marcando el ritmo en la época del marketing digital.
En un mundo dominado por algoritmos, redes sociales fugaces y notificaciones que compiten por nuestra atención, el email podría parecer una herramienta obsoleta. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Lejos de haber caído en desuso, el correo electrónico vive una segunda juventud, y su papel como canal directo, no intrusivo y altamente eficaz lo mantiene en el corazón de las estrategias de comunicación de miles de organizaciones, medios, instituciones y empresas.
Seguimos abriendo emails porque, frente al ruido constante, el correo ofrece una pausa. Es asíncrono, personalizable y permanece en nuestra bandeja de entrada, esperando el momento oportuno. Y porque, en muchas ocasiones, es la única forma directa —no filtrada por un algoritmo— de recibir un mensaje de quien nos interesa.
Con la evolución tecnológica, han surgido herramientas que han profesionalizado y perfeccionado el envío de correos. Una de ellas, Mailrelay, es un buen ejemplo de cómo la tecnología puede recuperar una herramienta clásica y convertirla en una plataforma inteligente. Aunque no es la única, su caso sirve para entender cómo funciona hoy el email marketing y por qué sigue siendo tan relevante.
Tecnología invisible, pero decisiva
A diferencia de las redes sociales, donde el contenido se diluye rápidamente y depende de los caprichos de un algoritmo, el email sigue siendo uno de los canales más controlables y medibles. Herramientas como Mailrelay permiten automatizar envíos, personalizar el contenido, segmentar audiencias y analizar en detalle el impacto real de cada mensaje.
Además, gracias al uso de inteligencia artificial y estadísticas en tiempo real, es posible adaptar el mensaje al comportamiento de los usuarios: a qué hora abren sus correos, desde qué dispositivo lo hacen, o qué asuntos les resultan más atractivos.
Este nivel de análisis, que sería impensable en un envío manual, ha convertido al correo electrónico en una herramienta estratégica no solo para empresas, sino también para proyectos culturales, educativos o científicos que necesitan conectar de forma directa y eficiente con sus audiencias.
El valor de la atención
Vivimos en una economía de la atención. Y, paradójicamente, el email -una tecnología con más de 50 años- se ha convertido en uno de los formatos que mejor respetan nuestro ritmo.
Frente a los vídeos que se reproducen solos, los anuncios que interrumpen el contenido o las plataformas que se actualizan cada tres segundos, el correo es una invitación tranquila. Puedes abrirlo ahora, o después. Puedes leerlo o archivarlo. Tú decides.
En esta lógica, herramientas que facilitan el envío bien estructurado y pensado de información cobran un nuevo sentido. Se trata menos de “vender algo” y más de comunicar con intención, algo que la tecnología ha hecho posible sin perder el toque humano.
Una historia de adaptación
El email es una de esas tecnologías discretas que siguen ahí, evolucionando en segundo plano. Ha pasado de ser una simple herramienta de comunicación personal a un instrumento de gestión, promoción y fidelización. Y lo ha hecho adaptándose a los tiempos, incorporando automatización, big data y diseño adaptativo.
Mailrelay, por ejemplo, ha sabido incorporar estas mejoras sin perder de vista algo esencial: la accesibilidad. Hoy, una pequeña editorial, un museo, una ONG o una universidad pueden tener acceso gratuito a una herramienta que antes estaba reservada a grandes corporaciones.
No se trata solo de enviar mensajes, sino de construir canales propios, con independencia y ética digital. De tener una voz clara y directa en un mundo donde casi todo está mediado por terceros.
Una herramienta vieja con alma nueva
Podríamos pensar que el email sobrevive por inercia, pero lo cierto es que lo hace porque cumple una función esencial en la era digital: permite conectar. De forma directa, sin interferencias, y con tiempo. En plena vorágine de reels de Instagram, vídeos de 30 segundos en TikTok y publicaciones efímeras, tal vez lo más revolucionario hoy no sea captar atención, sino merecerla.
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