Por emprendices
La crisis en todas las direcciones (política, económica, social) es global, pero indiscutiblemente se acentúa con gran énfasis en países donde los sistemas y modelos se agotaron. En ningún análisis el más avezado sociólogo podría dejar por fuera a Venezuela.
Una sociedad probada a los niveles más extremos, en situaciones casi que inimaginables para un mortal, y seguimos acá.
Podría valerse todo, ansiedad, tristeza, decepción, dolor, paranoia, rabia, impotencia; y estás cosas con el tiempo deterioran el milagro de la vida, desde luego.
Es perfectamente entendible que en la mayoría de los venezolanos sea inevitable sentir estas cosas. Hay que decir mayoría, porque hay gente que en medio de esta crisis encontró maneras de aprovechar oportunidades, algunos en buena lid y otros aprovechándose de la vulnerabilidad de la mayoría. Sin embargo, seguimos aquí.
Seguimos vivos y estamos acá. Nada de las cosas que nos han pasado nos sacó del paso. Dios ha permitido que estas cosas pasen, y ofrece gratuitamente fortaleza para enfrentar estas adversidades.
Drama. Poco serviría la definición que encontremos de este término para contrastarlo con la realidad venezolana, cualquier reportaje, en cualquier lugar de nuestra geografía seria visto en otra latitud como ficción.
Por ejemplo ¿puede una familia de cinco miembros subsistir con diez dólares al mes? Sí. Y será la misma respuesta a que tenga seis meses sin gas doméstico, a que los precios de los productos cambien dos veces al día, a que no pueda surtir gasolina, a que no pueda comprar ropa y calzado, a vivir en medio de apagones recurrentes, sin agua y otros servicios; pero seguimos acá, estamos vivos.
Tal vez para muchos esto ya es insoportable, quizá falte mucho por vivir de esto. Los que no están, se lo perdieron, y muchos iniciaron periplos para sobrevivir fuera de las fronteras, pero nosotros seguimos aquí y hay que seguir luchando.
Nuestro fenómeno es real, no pasará con las frases rebuscadas que se comparten en los estados de los teléfonos, no lo detendrán las redes sociales, pero pasará.
Las sociedades evolucionan, la propia dinámica va generando las condiciones para que el caos vaya pasando y venga la calma.
Por eso seguimos aquí, nos tocó vivir este momento y así debemos asumirlo. Con las características de su ciclo y de su tiempo, nos tocó este tiempo, a nuestros abuelos les tocó uno diferente al que tendrán nuestros nietos y así será para quienes vayan viviendo el milagro de la vida.
Hoy no importan los culpables, los líderes mundiales no saben qué hacer, la ciencia ha tardado un año en sacar una vacuna contra un virus; que dicho por la misma ciencia se muere con agua y jabón. Así que, ni el dinero ni el poder sirven ante la caducidad de la vida, por tanto, una vez más gracias a Dios por este milagro.
Cada quien donde quiere o deba estar, pero seas rico o pobre, es el mismo milagro. Un general pensando cómo será la próxima guerra mundial y un oficial modesto pensando en cómo arreglar su casa. Un científico perfeccionando un arma de destrucción masiva, y un médico curando a un paciente en África.
Los magnates de grupos económicos y los pequeños emprendedores. Todos tienen el mismo milagro, vivimos acá en el mismo planeta, y creo que el 2020 permitió aclarar que así como el milagro de la vida es para todos, para todos también es efímero.
Por eso, vivamos. Sin prisas, los pobladores de los 23 de Enero de toda Latinoamérica vivirán (aunque en diferentes condiciones) lo que Dios le permita relativamente a los de los Country Club de las grandes metrópolis.
Ya hay muchos preocupados por cambiar las cosas, si usted es uno de ellos, pues le tocó ese papel y hágalo, pero vivirá tanto como los que prefieren apartarse de las cosas que los agobian.
Tratemos de estar tranquilos, escríbale a un amigo, abrace a los que todavía tiene cerca, escuche buena música, cuando tenga agua cuide su jardín, camine, lea, hable con sus hijos, para estas cosas que alimentan el alma y fortalecen el espíritu no hace falta mucho dinero.
Vivamos agradeciendo cada día este milagro, si Dios quiere habrá techo y comida, habrá ropa y calzado, habrá salud, habrá oportunidades, habrá esperanza, esto pasará y si no lo vemos nosotros lo verán nuestros hijos.
Seguimos aquí, estamos vivos y así será hasta que Dios lo permita.
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