Por Carlos Nava Condarco
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Asociar la productividad personal solo a rutinas, hábitos, disciplina y fuerza de voluntad aleja el tema de los genuinos fundamentos que tiene el desempeño extraordinario.
La productividad personal destacada está vinculada a factores de índole mental e ingredientes emocionales. La razón y la práctica juegan un papel secundario.
La productividad debe entenderse como “la relación entre los resultados y el tiempo utilizado para obtenerlos. Cuanto menor sea el tiempo que lleve obtener el resultado deseado, más productivo es el sistema (en este caso la persona)”.
Asociar los resultados al tiempo utilizado para alcanzarlos es una conclusión sabia. Porque el tiempo es finalmente un recurso limitado. Ahora bien, el tiempo de las personas no solo se destina al oficio, también al ocio, el esparcimiento y la consecución de objetivos de largo plazo, por lo tanto la productividad tiene alcance integral.
Administrar adecuadamente el tiempo es un factor clave de la productividad personal. Pero esto tiene poco que ver con rutinas o prácticas que involucren orden y fuerza de voluntad.
Los fundamentos de la productividad personal sobresaliente son, entre otros, los siguientes:
1.- Realizar tareas que gusten y provoquen contentamiento.-
Ningún “método de productividad” ayuda a la persona “obligada” a efectuar tareas que no le producen mínimo agrado o contentamiento. ¡No es posible!
Solo en tareas que provocan beneplácito se dan esfuerzos de optimización que conducen a la excelencia, y por ende a una elevada productividad. Por esto mismo es cierto que la excelencia es una consecuencia del amor. Ello constituye una verdad con pleno sustento técnico y racional.
No existe productividad personal elevada sin excelencia, y no se alcanza la excelencia si no se ama lo que se hace.
Por mucho que se intente alcanzar productividad en tareas “que de todas maneras deben hacerse”, las metas significativas serán elusivas y estarán tomadas, la mayoría de las veces, por individuos más motivados.
No hay método de trabajo, disciplina o fuerza de voluntad que conduzca a elevada productividad si no se ama lo que se hace. La persona puede dividir meticulosamente cada minuto de actividad. Organizar tareas y calcular sus objetivos con la rigurosidad de un ingeniero. Pero si no obtiene básico contentamiento en lo que hace, nunca será muy competitivo.
Ahora bien, el hecho de NO trabajar o dedicar esfuerzo a lo que se ama, tiene origen estrictamente mental. Las personas “piensan” que las actividades o tareas que aman no podrán conducirlos a los objetivos que desean. Y por ello las postergan o descartan.
En muchos casos estos “pensamientos” tienen origen en la educación temprana. En condicionamientos de formación familiar, en tradiciones sociales, en “verdades generalmente aceptadas”. Por efecto de estos pensamientos las personas se alejan de aquello que realmente les gusta hacer y que podría conducirlos a la excelencia.
El contentamiento en aquello que se hace también está relacionado a la riqueza integral. Ésa que explica el valor del tránsito en la vida por todos sus caminos: el económico, familiar, intelectual, la trascendencia, etc.
El mejor heladero del mundo no es pobre porque ama lo que hace. Esto lo conduce a la excelencia en el oficio y a la riqueza integral.
Cuando se hace aquello que gusta y da contentamiento, existe una inversión cualitativa de tiempo. Un aprovechamiento integral de éste. No solo en su dimensión física, fundamentalmente en su aspecto emocional, y de esta forma se perfecciona la productividad personal.
La persona mejor educada, con vasta experiencia, muy aplicada y de gran disciplina, no alcanzará nunca la productividad de aquella que practica un oficio que ama. La energía interna tiene poder incomparable.
2.- El orden en la vida personal determina el nivel de productividad.-
Las personas NO pueden manejar eficientemente “compartimentos estancos” en su vida. Si los aspectos del ámbito personal o familiar no marchan bien, la productividad en las labores baja.
Incluso el individuo que ciertamente ama lo que hace, tendrá dificultades para lograr una productividad destacada si las variables de su vida personal no están en orden.
Quién desea ser altamente productivo debe invertir tiempo y esfuerzo en mantener una vida ordenada.
Es cierto que nadie está exento de problemas y adversidades. Pero de allí a sostener una conducta que propenda a incrementar el desorden o multiplicar las contrariedades es otra cosa. La vida disipada no ayuda a obtener excelencia en lo que se hace porque limita la productividad. Quien debe dedicar niveles importantes de energía a resolver problemas personales no rinde bien en otras esferas.
Alcanzar orden y equilibrio en la vida es más difícil que decidirse, finalmente, a realizar aquello que se ama. Pero es una labor indispensable para ser altamente productivo y materializar los objetivos más caros.
Individuos de evidente genialidad, incomparables en sus destrezas y aptitudes, tuvieron vidas mediocres en sus resultados integrales por causa de una vida desordenada. Mentes brillantes y genios en toda la extensión de la palabra, sucumbieron a la fuerza de gravedad que viene aparejada con la disipación.
El desarrollo personal en todos sus ámbitos: físico, mental y espiritual, es indispensable para obtener equilibrio en la vida y aspirar a rendimientos altamente productivos y estados de excelencia.
Y en respeto a la precisión y eficacia (que tanto gusta a quienes exploran los terrenos de la productividad), habría que invertir el orden de los factores. Primero el ámbito espiritual, luego el mental y finalmente el físico. Quién alcanza equilibrio espiritual condiciona su estado mental y su potencial físico.
3.- El enfoque mental en el aquí y ahora para alcanzar una productividad destacada.-
El enfoque mental de la mayoría de las personas está orientado al pasado o al futuro. Bien se trate del pasado y futuro inmediato o de uno que se remonte más allá.
La “piedra preciosa” es el momento presente, el aquí y el ahora. Pocos enfocan la mente y la tarea en el momento presente. Y en esto, precisamente, se encuentra el tercer fundamento de la productividad personal.
Nadie tiene efectivo control sobre el ayer o el mañana. Lo único que se puede controlar es lo que se está haciendo en este momento.
Las enseñanzas (del pasado), y las previsiones (respecto al futuro) deben constituir una orientación para lo que se hace en el momento presente, nunca un condicionamiento.
No existe nada más traicionero que la mente humana. Ella es la que define el Ser y el Hacer de las personas. Y la única manera de no sucumbir a sus celadas es concentrarse en lo que sucede en el momento presente.
La mente produce decenas de miles de pensamientos todos los días, y la mayoría de ellos no construye nada positivo. Pretender ser productivo basándose solo en el rendimiento mental involucra suponer que se tendrá la suficiente habilidad de separar miles de pensamientos inútiles de unos cuantos que pueden ser provechosos. Este es un objetivo pretencioso que pocas veces se alcanza.
Cuando la mente se enfoca en el momento presente, en lo que sucede aquí y ahora, los pensamientos se silencian, y surge la inspiración.
Las obras más grandes del hombre, sus logros más importantes, han sido resultados de inspiración. Nunca del conocimiento o la aptitud.
La inspiración es un “producto” de conocimientos y aptitudes, de disposiciones y actitudes. Pero es uno que emerge cuando todo lo demás calla y se aquieta. Es el “zumo” de la fruta que se exprime. No es el fruto propiamente dicho, mucho menos el árbol del que proviene o el esfuerzo del brazo que la trabaja. La inspiración es el vehículo que transporta al hombre de su SER al HACER.
El individuo que aspira a ser altamente productivo debe concentrarse en lo que hace aquí y ahora, nada más. Así superará cotas pasadas y alcanzará objetivos que tiene planteados en el futuro.
4.- Administración de energía para calificar provechosamente el tiempo.-
Quien administra su tiempo dispensa energía, quien administra su energía, optimiza su tiempo.
La productividad personal es producto de la apropiada administración de energía, no de tiempo.
Si el tiempo es escaso y valioso la energía lo es aún más. Porque el tiempo es finalmente una variable exógena que “sucederá de todas maneras”, en tanto la energía es una responsabilidad personal que debe producirse, cuidarse y dispensarse con inteligencia.
La energía califica el tiempo. Porque todas las actividades del hombre, no se diga solo las laborales, demandan inversión de energía para llevarse a cabo de buena manera.
La energía no es ni positiva ni negativa, simplemente existe en mayor o menor proporción.
Si toda la energía de un individuo se aplica a los afanes de la labor, poco o nada queda para las actividades de esparcimiento, y viceversa. Así tampoco se cumple la premisa del punto 2.
Y curiosamente el mayor desperdicio de energía se produce como efecto de las rutinas mentales. De los pensamientos incesantes que trasladan a las personas hacia un pasado o un futuro sobre el que no tienen ningún poder.
La administración de energía, por lo tanto, debe orientarse a cumplir las premisas de los 3 puntos anteriores:
- La energía personal debe aplicarse fundamentalmente al desarrollo de tareas que gusten y provoquen contentamiento.
- Debe invertirse en toda tarea que involucre desarrollo personal.
- Y precisa enfocarse en la ejecución de las tareas del momento presente.
Si algo diferencia a los hombres y los distingue, es la productividad que alcanzan en la vida. En ella se explican factores como el amor, la excelencia, la calidad de vida, las ventajas competitivas, la realización personal y el valor integral de la existencia.
Todo esto se encuentra muy lejos de lo que puede proporcionar una buena agenda. Una lista de cosas por hacer. Un asistente personal (humano o electrónico). Un libro, un curso o un artículo como éste.
Primero es indispensable tomar consciencia sobre la dimensión del asunto. Y desde allí caminar con humildad en la construcción de la mejor versión de uno mismo. Esta es la ruta que más garantía ofrece para la productividad personal.
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