Por Universia
Imagen / Pexels / Brady Knoll
Salir de la zona de confort es la expresión que mejor define el cambio que toman conscientemente quienes deciden estudiar en el extranjero.
Algunos saben que cursarán sus asignaturas en un idioma diferente, otros, tienen claro que tardarán en volver a casa y todos asumen que esa aventura marcará un antes y un después en su trayectoria vital.
Un antes y un después de salir de la zona de confort
Antes de salir de la zona de confort
Una intuición o una convicción pueden ser los resortes que lleve a un estudiante a tomar la determinación de estudiar en otro país. Mientras que la corazonada guiará los pasos de quien se deja llevar por una emoción, la lógica estructurará el plan del que prefiere llevarlo todo bien atado.
El antes de salir de la zona de confort puede ser tan distinto como cada una de las personas que dan el paso de cursar sus estudios en otro país en un momento dado. No obstante, a pesar de las diferencias, unos y otros pueden tener algo en común:
- Un plan: su plan pasa por arriesgar para ganar y, en esa apuesta, no dudan en pensar en cómo el cambio que están a punto de experimentar puede llegar a afectar a su futuro.
- Un objetivo: su objetivo puede ser aprender idiomas o mejorar su currículum. Lo que tienen claro es que quieren aportar algo más que la media, acumular nuevos logros y probar sus límites.
- Un medio: a veces basta con una buena planificación, el trabajo duro en los meses previo, para ahorrar un dinero extra; y un esfuerzo aún más intenso que logre elevar algunos puntos o décimas la media académica. Otras veces, el medio que hace posible salir de la zona de confort son las becas para estudiar en el extranjero, que se ocupan de financiar los gastos de matrícula y /o alojamiento y manutención del estudiante.
Después de salir de la zona de confort
Después de salir de la zona de confort se inicia una nueva etapa. Dejar atrás una tierra y a todas las personas cercanas y adentrarse en lo desconocido puede ser más duro de lo que parecía durante las primeras semanas.
No hay que olvidarse que ese periodo acabará, dando paso a una sucesión de momentos mejores donde todo se hace más sencillo y empiezan a entenderse mejor las nuevas costumbres del lugar. La adaptación al ritmo de clases y estudio en destino es más fácil y se van creando redes, que conectan con otros estudiantes, otros compatriotas, profesores y empresas locales.
Sin darse uno cuenta, salir de la zona de confort será plantearse volver. Parecía que ese momento no llegaría nunca y, cuando lo hace, es una decisión casi tan complicada como la que fue, en su día, estudiar en el extranjero. Después de un año viviendo, estudiando y trabajando en otro país hay que volver a hacer un análisis de la situación, plantearse nuevas metas y esforzarse, una vez más, por lograr que se cumplan con éxito.
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