Por Muy Interesante
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Un repaso riguroso y sorprendente a las cinco grandes incógnitas científicas que rodean al cosquilleo: de su posible función evolutiva a por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos.
Pocas cosas nos conectan tan rápidamente con nuestra infancia como un ataque de cosquillas. Esos segundos entre el gesto amenazante de unos dedos y el estallido de risa incontrolable pueden provocar desde carcajadas hasta súplicas de alto. Y sin embargo, esa reacción, tan común y aparentemente trivial, sigue siendo un misterio para la ciencia. ¿Por qué reímos si no siempre nos gusta? ¿Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos?
Este enigma es el centro del análisis realizado por la neurocientífica Konstantina Kilteni, cuyo artículo publicado en Science Advances ofrece una revisión detallada de lo que sabemos —y, sobre todo, de lo que aún no sabemos— sobre la llamada gargalesis, el tipo de cosquilleo que provoca risa. El estudio no solo identifica los obstáculos que han limitado su investigación, sino que formula cinco preguntas clave que la neurociencia todavía no ha podido responder.
1. ¿Por qué algunas partes del cuerpo son más cosquillosas que otras?
No todas las zonas del cuerpo reaccionan igual ante las cosquillas. Las axilas, los costados y las plantas de los pies suelen estar en el top de la sensibilidad, mientras que otras partes apenas responden. Uno pensaría que se trata de una cuestión de densidad de terminaciones nerviosas, pero según explica Kilteni, “las axilas y las plantas de los pies no están entre las zonas con mayor agudeza táctil ni densidad de mecanorreceptores cutáneos”.
Las hipótesis históricas tampoco han aportado respuestas definitivas. Se ha sugerido que las zonas más cosquillosas podrían coincidir con puntos vulnerables para la defensa corporal, como el cuello o la ingle, pero esta idea no explica por qué otras partes igualmente expuestas no reaccionan igual. Charles Darwin, por su parte, propuso que se trata de regiones poco acostumbradas al contacto, lo que aumentaría su sensibilidad. Sin embargo, como admite el artículo, ninguna teoría logra explicar satisfactoriamente esta “especificidad espacial”.
Este desconocimiento plantea una oportunidad para futuras investigaciones que comparen regiones del cuerpo con similares características físicas, pero respuestas diferentes al cosquilleo. Solo así se podrá avanzar en la comprensión de esta desigualdad sensorial.
2. ¿Reímos porque nos gusta o porque no podemos evitarlo?
La risa que provoca el cosquilleo tiene algo engañoso. Muchas personas ríen mientras piden que se detenga. ¿Es esa risa una expresión de placer o una simple respuesta refleja? Kilteni recupera referencias desde Platón hasta informes contemporáneos para subrayar esa ambigüedad: en ocasiones, las cosquillas pueden llevar de la risa al llanto. Incluso existen testimonios históricos de su uso como forma de tortura .
A nivel experimental, los resultados son mixtos. Algunos participantes describen la experiencia como divertida y agradable, pero un porcentaje significativo la considera neutral o incluso desagradable. Pese a eso, todos ríen. La clave puede estar en que la risa provocada por la gargalesis no es igual a la risa genuina de alegría. Estudios acústicos y neurológicos muestran que la risa inducida por cosquillas presenta patrones cerebrales y sonoros distintos a los de la risa emocional .
Esto sugiere que lo que llamamos “risa por cosquillas” podría tener más que ver con un reflejo primitivo que con una emoción positiva. Comprender mejor esta diferencia ayudaría a descifrar el valor evolutivo de esta conducta.
3. ¿Por qué no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos?
Una de las características más curiosas del cosquilleo es que parece requerir un agente externo. Uno puede intentar tocarse las axilas o los costados con la misma presión que usaría otra persona, pero rara vez obtiene la misma reacción. Darwin ya intuyó que esto se debía a la ausencia de sorpresa, y hoy sabemos que la clave puede estar en cómo el cerebro predice y cancela el efecto de nuestras propias acciones.
Esta hipótesis se basa en la teoría del control motor predictivo, según la cual el cerebro anticipa las consecuencias sensoriales de nuestros movimientos y modula la percepción para evitar interpretarlas como externas. En el caso del cosquilleo, esta anticipación podría anular la reacción habitual.
Lo interesante es que, aunque esta explicación tiene bastante respaldo experimental, la mayoría de los estudios se han centrado en formas más leves de cosquilleo (knismesis), no en la gargalesis propiamente dicha . Esto deja un vacío: si queremos confirmar que el cerebro cancela las cosquillas propias del mismo modo que otras sensaciones, necesitamos experimentos que reproduzcan gargalesis con precisión controlada.
4. ¿Por qué algunas personas son muy sensibles a las cosquillas y otras no?
Hay personas que se retuercen con una leve caricia, mientras que otras apenas reaccionan. ¿De qué depende esa diferencia? Según Kilteni, las variaciones individuales podrían explicarse por factores fisiológicos, psicológicos o incluso de personalidad. Sin embargo, hasta ahora, los estudios han sido demasiado limitados para establecer patrones sólidos.
Los experimentos que han usado dispositivos automatizados para aplicar cosquillas han encontrado una gran variabilidad en las respuestas: alrededor de un tercio de los participantes no respondían en absoluto, mientras que otro tercio mostraba reacciones muy marcadas. Se sospecha que aspectos como la densidad de mecanorreceptores, el grosor de la piel o la estructura cerebral pueden influir, pero faltan datos concluyentes.
La edad también podría jugar un papel. Se cree que los niños son más cosquillosos que los adultos, lo que podría estar relacionado con el desarrollo del sentido del humor o con funciones de aprendizaje social y defensivo. Sin embargo, otros autores han planteado que simplemente podrían tener una mayor necesidad de estimulación táctil.
5. ¿Qué función tiene realmente el cosquilleo?
Esta es, quizás, la gran pregunta sin resolver. ¿Sirve para algo la gargalesis o es solo un subproducto evolutivo sin utilidad clara? Existen dos grandes hipótesis. La primera propone una función defensiva: las cosquillas habrían servido para entrenar a los más jóvenes a proteger las zonas vulnerables del cuerpo durante juegos o peleas simuladas. Esto explicaría su asociación con zonas como el cuello o la ingle, y su predominio en la infancia.
La segunda hipótesis es de tipo social. Desde esta perspectiva, las cosquillas serían una forma de estrechar vínculos entre personas: padres e hijos, parejas, amigos. Al igual que ocurre con los grandes simios, que también se hacen cosquillas entre ellos, este comportamiento cumpliría una función afectiva. Pero no todos están de acuerdo: algunos investigadores argumentan que las reacciones al cosquilleo son más similares a reflejos que a respuestas sociales.
De hecho, estudios donde los participantes eran tocados por un robot que creían operado por una persona revelaron que la creencia sobre quién toca influye poco en la reacción, lo que pone en duda el componente social del fenómeno. En definitiva, no hay aún consenso, y es posible que la respuesta correcta no sea una sola, sino una combinación de ambas hipótesis.
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