Por Carlos Nava
Bien se trate de sus asuntos personales, profesionales o de negocios, sustituya el afán compulsivo de controlar todo por la confianza. Ése es el camino más inteligente para alcanzar los resultados que busca. Por lo menos es el que le recomienda el pensamiento estratégico.
Ahora bien, hay que comprender apropiadamente esto. La confianza debe estar depositada en usted mismo, no necesariamente en otras personas o procesos. Acá está el detalle. Sería una ingenuidad recomendar que se confíe en elementos externos como sustituto del control. Pero no hay riesgo en fundamentarse en la autoconfianza de cada uno.
Veamos. Si las cuestiones de trabajo, construcción de relaciones, rendimiento de equipos y otras dinámicas sociales, se llevan a cabo con esmero y cuidado, es lógico confiar que los resultados se acerquen a lo esperado, ¿correcto? El alumno que se ha preparado adecuadamente y rinde la prueba con responsabilidad, puede tener confianza en conseguir una buena nota, ¿no es cierto?
La confianza es en realidad un producto, el resultado de un trabajo bien hecho. El estado al que se llega como efecto de haberse aplicado en un proceso del que se esperan ciertos resultados.
Esto no es complejo de entender. Es algo lógico y elemental. Pero a pesar de ello, casi nunca sirve para revertir una de las conductas más nocivas que tienen los individuos: el deseo de controlar todo.
Este afán es una enfermedad contemporánea. Una manifestación de la inseguridad de las personas en sí mismas y en lo que hacen. Es causa de complejos trastornos psicológicos y proyectos frustrados. Y es por otra parte un círculo vicioso, puesto que nunca se satisface. El control llama siempre a más control.
La Estrategia, que es el sistema de gobierno más antiguo que conoce el hombre para lidiar con el conflicto y la adversidad, trabaja una dimensión del control muy diferente a la convencional. Se enfoca en el “autocontrol” que debe tener el Strategos (la persona que se conduce con lógica estratégica), para llevar a cabo lo que le corresponde.
Desde su origen en el mundo militar, la Estrategia sabe bien que en el fragor del conflicto el control secante, personal y cercano, es imposible. Los acontecimientos siempre se desarrollan con mayor dinámica que cualquier sistema de control convencional. Y lo mismo pasa en todos los ámbitos del desenvolvimiento social.
La Estrategia, por lo tanto, demanda que cada quién haga su mejor esfuerzo e invierta todos los recursos, habilidad y conocimientos en la tarea, para que ésta se desenvuelva por los cauces que se esperan. Para la Estrategia, el objetivo es como ése conjunto de bolos (pinos) que esperan el impacto de la bola al final de una pista de Bowling. Una vez que la bola ha salido de las manos del jugador, solo resta esperar el resultado.
El jugador de Bowling que entrena, se prepara adecuadamente y capitaliza sus experiencias, tiene en cada lanzamiento la misma confianza del alumno que sabe que ha rendido bien una prueba. Ésta es, digámoslo así, la “confianza estratégica”.
Todas las labores de control son desgastantes y costosas. Y nunca garantizan los mejores resultados. Sin embargo cuando se ha invertido lo necesario en el proceso, el desenlace es directamente proporcional a la calidad del trabajo que se ha hecho previamente.
Esta lógica funciona de igual forma en dinámicas tan dispares como tareas laborales y relaciones sentimentales. Siempre se cosecha en términos de lo que se ha invertido, y ello hace innecesario el costo del control. Si las cosas se hacen bien en el trabajo o en la relación sentimental, los resultados que se alcancen serán iguales. Y lo mismo aplica para el caso inverso.
Las habilidades de “autocontrol” son más importantes que las de control. Tener una idea clara del qué y porqué de lo que debe hacerse, es más valioso que ser un “fiscal experto”. Como consecuencia, la confianza no se deposita en otros, más bien en la calidad de lo que uno mismo ha hecho para garantizar los buenos resultados.
La vida está compuesta de un flujo incesante de experiencias, contingencias y eventos que se producen cada instante. Su número y dinámica hace imposible modelarlos y preverlos. Por lo tanto, también hace imposible controlarlos. Por otra parte, las tareas de control evitan la vivencia que debe tenerse de ésas experiencias. Y sin esto, no pueden optimizarse futuras acciones.
El flujo de los eventos en la vida es como el agua: fluye y trasciende todo. Si alguien quiere darle forma al agua con las manos, consigue poco. Lo mismo pasa con el control. En tanto que si se introducen las manos en el agua, se produce la experiencia necesaria. La confianza capitaliza las experiencias, el control trata de condicionarlas.
Si quiere que las cosas sucedan de cierta manera, invierta tiempo, esfuerzo, habilidad y todo lo necesario en el proceso. Siembre en su relación sentimental lo que desea cosechar. Impregne ése equipo de trabajo de los valores y destrezas que el objetivo demanda. Entrene a su gente, adoctrínela (que no es lo mismo), oriéntela y transmítale su confianza respecto al resultado. Luego respire y observe con natural confianza el desenlace, así como lo hace el jugador de Bowling cuando se ha desprendido de la bola.
Sobre los procesos, Napoleón afirmaba: “La ciencia militar consiste primero en calcular bien todas las oportunidades, y después tomar en cuenta exactamente, casi matemáticamente, el azar. El azar sigue siendo pues un misterio para las mentes mediocres”. Si se calcula bien el proceso, incluso la suerte deja de ser una variable preponderante. Y esto lo entiende muy bien la persona que confía en lo que ha hecho y lo que ha invertido.
Control de los resultados siempre existe. De aquí emerge la retroalimentación necesaria para optimizar los cursos de acción, pero el control de desenlaces es diferente al de medios y procesos. El primero es efecto de la confianza y el segundo de la inseguridad.
Volvamos a Napoleón y visualicemos una de ésas gigantescas batallas que debía librar. Tenía que escoger muy bien el terreno, definir momentos, recursos, y acciones. Luego le correspondía esperar que cada quién hiciese su mejor trabajo y visualizar el curso de las cosas. Así se desenvuelve la Estrategia: evalúa y corrige resultados, confiando en el desenvolvimiento táctico de los demás.
¡No se puede tener todo bajo control! Eso es imposible, desgastante y absurdo. Es un juego en el que siempre se engrosa las filas de los perdedores. La confianza, por otra parte, no garantiza la victoria en todos los casos, pero mora siempre en el campo de los vencedores.
Tenga confianza en sí mismo, en lo que hace. Recuerde que para aquél que hace las cosas bien, todo resultado es para bien. No es necesario hipotecarse en el vano afán de pretender que todas las personas hagan las cosas como uno quisiera.
¡Confíe en usted y en la vida! Todo está perfectamente definido para quién tiene buenos propósitos. Deje el afán de control para las personas inseguras. Deje que ellos consuman su energía mientras destina la suya para dirigirse a la grandeza.
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